Sentirse fuera de lugar no es el país,
no es la ciudad, no son los padres.
Es el exilio de todo deleite.
Son los pies privados de tierra,
La mano privada del sexo,
Son ojos sin cielo, la lengua sin mundo
Son los sueños muertos
El amor vedado
La normalidad.
Es el mandato y la obediencia.
El qué hacer,
qué decir,
qué pensar,
qué callar
Son gotas de veneno que mutilan las certezas
de una piel exiliada desde el vamos,
Y todo por tu bien
Son ojos que buscan, manos abiertas
Son Impulsos, bocas, ansias, inocencias desterradas.
No hay teta ni tierra, no hay tiempo ni juegos, no hay miradas y no hay caricias
Exiliado de todo deleite
Exiliado del otro,
Exiliado de tus más íntimas expresiones,
Exiliado de ti...
Un ímpetu roto.
Una vergüenza.
La agonía, el desvelo, el infierno…
No estás loco.
Es el exilio,
un conjuro que consume toda dicha
Aunque seas un huérfano en el vacío,
Aunque estés desposeído del mar
privado del amor, distante de todo.
Intenta escuchar lo que aún late dentro
Una fuerza procura recobrar su origen
Un hilo enhebra las memorias
El afán se sosiega
El cuerpo salvaje halla nexos invisibles
que lo unen
con la vida
La madre del mundo lo acuna con flores,
con barro, con arena y hierbas
Un corazón late.
Regresa
Un abrazo.
La paz.
La entrega.
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